Tir na nÓg para los celtas irlandeses es la tierra de la eterna juventud, el paraíso. Un lugar situado en el oeste, más allá de las costas pobladas por los vivos, y habitualmente concebido como una isla maravillosa a la que se llega tras un doloroso viaje o por la invitación de una de las hadas que allí habitan.
En Tir na nÓg no hay tiempo, ni enfermedad, ni muerte, sólo belleza y felicidad. Es un lugar, según distintos escritos irlandeses, donde se formaron muchos guerreros y hombres místicos.
Una de las historias más conocidas sobre esta legendaria isla mágica es la protagonizada por el guerrero Oisín, de la tribu Fianna, uno de los muchos pueblos que pasaron por Irlanda según su libro de las invasiones. Oisín fue un brillante guerrero, hijo de Fionn mac Cumhaill, líder de esa legendaria tribu. Un día conoció a Niamh, la hija del rey de la mítica isla de la eterna juventud. Era una mujer de enorme belleza, que vino montada en un hermoso caballo blanco en busca del gran guerrero para llevarlo con ella a Tir na nÓg. Oisín quedó fascinado por su belleza y galopó a través del mar con ella hasta su isla mágica.
Allí pasaron muchos momentos felices juntos, pero el corazón de Oisín extrañaba su tierra, Irlanda, su padre el rey Fionn y sus amigos, por lo que decidió volver a verlos nuevamente a pesar de las desganas de la bella Niamh, quien intentó persuadirlo para que No lo era, pero no podía. Cuando llegó a su tierra no conocía a nadie, y apenas recordaba nada porque los que para él habían sido unos pocos años en la isla de Tir na nÓg, en la realidad de los humanos habían sido trescientos.
Leyendas con características similares a esta son habituales en culturas muy diferentes, donde los viajes espacio-temporales son habituales, así como la leyenda japonesa de Urashima Taró. En Galicia tenemos las de San Ero da Armenteira, recogidas por el propio rey Alfonso X el Sabio en uno de sus cantos de Santa María, la del monje Trezenzonio o la de San Amaro, siempre en busca del paraíso situado, según la tradición, en una isla más allá de las fisterras de los vivos.
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