En medio de una tormenta llegó a Asgard una extraña y siniestra joven. Tenía una larga melena negra que ocultaba su cara y caminaba mirando al suelo. Su voz era grave y oscura, sombría como la misma noche. Se presentó como la hija de una giganta y del dios Loki. Pudieron ver que la mitad de su rostro era precioso, de piel fresca tersa y jugosa. De la parte de su cara visible sus labios eran rojos y bellos como una fruta madura y tenía un bello ojo verde esmeralda con unas tupidas pestañas. En la otra mitad, la piel era amarillenta y le faltaba un ojo. Era una siniestra cuenca vacía sin ningún volumen en su hundida mejilla. La mitad de su rostro era el de una espantosa calavera. Los días siguientes a la llegada de la siniestra invitada los árboles de Asgard se pusieron amarillas y sus hojas caducaron y cayeron. El cielo estaba continuamente gris, brumoso o tormentoso. El agua que brotaba de las fuentes era pestilente y fangosa. Cada día era más nefasto que el anterior. Marchitaba las flores y secaba los árboles. Ella parecía estar incomoda también de ver el caos que sembraba a su alrededor. Odín le ofreció vivir en la tierra de los elfos pero ella se negó porque la luz le haría daño. Le ofreció entonces una residencia en el mundo subterráneo de los enanos en una caverna dominada por la oscuridad, pero tampoco quería estar juntos a ellos pues se pasaban la vida buscando piedras preciosas y metales. Se le ocurrió entonces mandarla a un reino que nadie quería visitar, en las raíces de Ygdrassil. Descendió por las entrañas del mundo y llegó a la orilla de un río donde el agua era negra como la noche. Modgud una poderosa guerrera custodiaba la entrada. Le prohíbió el paso ya que solo podían pasar los muertos. Ella le pidió que se inclinase ante ella. Sería su nueva reina. Recorrió descalza una playa de arena ardiente donde vivía el dragón Nidhogg que se tumbo a los pies de la chica y se dejó rascar la cabeza. La había reconocid. Cruzó un arco hecho de huesos y cráneos de los difuntos y entró en nuevo palacio .
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